El vino es la bebida resultante de la fermentación del zumo o mosto de la uva y es una de las bebidas mas antiguas que se conocen a tenor de las bodegas más antiguas del mundo descubiertas en Armenia, que datan del año 6.000 a. C. 

El vino tradicionalmente se conservaba en barricas o barriles de madera y en tinajas de barro y en todas las regiones vitivinícolas existe alguna bodega o cooperativa donde transforman la uva en vino y todavía lo guardan de esta manera, aunque desde hace años también se guarda en depósitos metálicos durante el proceso de fermentación.

El vino se embotella tradicionalmente en botellas de vidrio, y generalmente las botellas destinadas al vino tinto son de color verde para protegerlo de la luz, aunque también es cierto que el vidrio verde es el más barato de producir y por tanto quizá la costumbre de hacer las botellas de este color obedezcan también a una cuestión puramente económica.

De la botella el vino se sirve en copas o vasos cortos, pero también se puede trasvasar a jarras sobre todo para preparar combinados mezclando el vino con refrescos o zumos, para obtener bebidas tradicionales como la cuerva o tan modernas como el calimocho.

Si queremos beber el vino a tragos, podemos colocar a la botella un tapón que viene preparado con una especie de cañita hueca por donde saldrá el vino y agujero que sirve que entre el aire mientras sale el vino por la caña, aunque la mejor forma de hacerlo es bebiendo en bota de vino.

Para llenar la bota de vino, a esta se le desenrosca el tapón y se llena por la abertura llamada brocal, volviendo a poner el tapón que también tiene un agujerito por donde sale el vino cuando empinamos la bota para echar un trago.

El aroma y el sabor del vino permanecen inalterables en la bota de vino tanto si tiene un revestimiento de piel como si son de las que llevan una bolsa de plástico aseptico, siendo estas últimas las ideales para llenar de vino solo o combinado con gaseosa o refrescos ya que el gas de estas bebidas no ataca ni destruye el interior.