La petaca para el licor tal como la conocemos hoy en día, tiene una gran trayectoria histórica, pues ya se utilizaban en la Edad Media una botella de pequeña capacidad que se utilizaba en medicina para llevar el licor para calmar a los pacientes en las intervenciones.

En aquella época no existía la anestesia, así que los cirujanos se las arreglaban con un trozo de madera para que el paciente mordiera durante la operación aunque también le suministraban unos cuantos litros de vino.

Para las pequeñas intervenciones como extracciones de muela, parece ser que al paciente le daban un licor de hierbas curativas que el médico llevaba en su petaca.

La licorera apareció en el siglo XVIII cuando la burguesía adoptó la costumbre de tomar ginebra como calmante para las muelas y para casi todo, y no faltaba una petaca de licor en la maleta durante los viajes y travesías.

Durante 1920 tras la promulgación de la Ley Seca, el estado de Indiana prohibió el uso y la venta licoreras, y sin ir mas lejos, en España durante la época del estraperlo, la Guardia Civil requisaba cualquier recipiente que contuviera bebidas alcohólicas, incluidas las petacas y botas de vino.

Hablando de estraperlo viene a mi memoria un chascarrillo que me contaba mi padre sobre un paisano suyo al que pararon en un fielato para requerirle el pago de impuestos en especie, y no contentos con quitarle la mitad del aceite para dejarle pasar, los guardias le registraron y encontraron una petaca con medio litro de aguardiente.

A decirle los guardias que si no pagaba cinco pesetas no podía pasar el licor a la ciudad, al paisano no se le ocurrió otra cosa que abrir la petaca y beberse el aguardiente, por lo que los guardias no tuvieron más remedio que dejarle pasar, aunque según cuentan, a la media hora el pobre hombre ya borracho se durmió sobre el borrico y el animal ya sin riendas volvió sobre sus pasos y cruzó de nuevo el puesto lo que provocó que los guardias se cobraran otra vez los impuestos como represalia de la burla que les hizo el serrano.

Las petacas que se fabrican actualmente son algo más pequeñas que las antíguas y son muy apreciadas por los cazadores porque les permite echar un trago sobre todo para combatir el frío, aunque también se compran como regalo y gustan mucho a los fumadores de puros y a los amantes de lo clásico.