La palabra española zombi se utiliza para referirse a un muerto que ha sido revivido mediante un rito mágico y que carece de voluntad propia, según ciertas leyendas de Haití y del sur de Estados Unidos de América.
La segunda acepción de esta palabra se utiliza coloquialmente para referirse a una persona que está atontada o aturdida.
En España la palabra se popularizó en los comics y en la televisión, y hasta Michael Jackson se acordó de ellos en Thriller el videoclip más famoso de todos los tiempos que se estrenó el 2 de diciembre de 1983, aunque en España tuvimos que esperar hasta el especial de Nochevieja presentado por Martes y Trece y Ana Obregón.
En él Jackson y un grupo de bailarines aparecían caracterizados como un zombis, interpretando el papel con un increíble realismo.
A partir de ese momento, el merchandising comenzó a distribuir estatuillas, camisetas y chapas con la imagen del cantante y en carnavales se vendieron millones de caretas y disfraces de zombis.
Hoy en día, es muy frecuente ver hasta dianas de zombis para utilizar con los rifles de plomos , donde las caras de los muertos vivientes ponen un toque de humor para reemplazar las aburridas dianas clásicas.
Aunque si queremos practicar otro tipo de tiro, es posible encontrar juegos de tiro al zombi e incluso hachas decoradas con imágenes de zombis especialmente fabricadas para los amantes de estos personajes.
El zombi en definitiva, ha pasado de ser un enigmático ser que asustaba a los habitantes de Haití, para convertirse en un personaje popular que se representa en las ilustraciones vestido con harapos y ropa rota o cortada en tiras.
La imagen de los zombis con la cara descarnada también ha sido escogida para filmar y gastar bromas en programas de televisión, e incluso en la oscuridad , los zombis se identifican por su silueta y sus andares cortos y torpes.
Estas caracterizaciones se han convertido en populares en carnavales, Halloween, y por supuesto en la Casa de Terror de los parques de atracciones donde consiguen asustar al más valiente, aunque al final del susto nos partamos de risa.