La pólvora: el oro negro de una época
El término pólvora viene a significar polvo y con la excepción de la "pólvora negra" en algunas de sus granulaciones más finas para cebar las armas de carga, las pólvoras que se emplean hoy en día, de ninguna manera tienen esa apariencia. La pólvora negra es una mezcla física de carbón de leña, azufre y salitre y es la única que en algún momento de su fabricación o en sus granulaciones más finas puede aparecer como un polvo negro. Se cree que la pólvora fue introducida en Europa por los árabes. Mezclas muy parecidas se emplearon en el sitio de la Meca en el 690 antes de Cristo. Los sarracenos la usaron en Tesalónica en el año 904 y los húngaros en el sitio de Belgrado en el año 1073. Se puede definir la pólvora como propelente para empujar rápidamente el proyectil dentro del cañón sin que explote o reviente el arma  en las manos del tirador y hay que dejar claro que, a pesar de lo común que es decir que la pólvora es un explosivo, tal creencia es equivocada. La pólvora no explota, sino que arde rápidamente dependiendo de la granulación que le dio su fabricante. El origen de la pólvora probablemente sea el salitre, sustancia que al ser calentada libera oxígeno en grandes cantidades, permitiendo quemar combustibles en espacios confinados y sin el oxígeno del aire, de modo que al arder la mezcla se liberan grandes cantidades de gases de combustión. Hasta hace unos cincuenta años la pólvora era el explosivo más enérgico que podía emplearse sin peligro. El contacto de cuerpos inflamados es también causa de que la pólvora deflagre, siendo en este caso necesario que la temperatura sea muy elevada, habiéndose observado que una llama puede estar algunos segundos tocando a la pólvora sin que tal fenómeno se produzca. El mejor medio y más seguro para producir la inflamación de la pólvora es por el contacto de cuerpos en ignición. Diversas son las causas que pueden favorecer o retardar la inflamación. Estando húmeda la pólvora, se retarda, lo que es debido a la pérdida de calórico para evaporar el agua, pudiendo suceder que si la humedad es grande, no deflagre y solo se produzca una combustión lenta: las pólvoras angulosas son más fácilmente inflamables que las redondas. Un ejemplo más claro de la deflagración de la pólvora es en el disparo de una bala mediante un arma de fuego. Existen varios métodos para la determinación de restos de pólvora en las manos del tirador, que lo que hacen es utilizar reactivos más eficaces que la difenilamina, pero que no pueden solucionar los problemas de los falsos negativos, ya que siempre dependen que el disparo  deje o no restos de pólvora en las manos del tirador. Lo que si se hace es utilizar otros componentes de las pólvoras para obtener el positivo, que no sean esos elementos, tan generalizados, en el medio ambiente, lo cual puede determinar con absoluta certeza que efectivamente se haya producido el disparo, ya que ello constituiría un falso positivo. El simple contacto con un arma de fuego deja residuos en sus manos, que pueden ser detectados con los métodos de análisis de laboratorio.