Crear un invento único que cambie el curso de la historia de la humanidad debe ser una de las mayores satisfacciones que cualquiera pueda sentir. Es difícil imaginar el placer que experimentaron las personas que estuvieron detrás de creaciones brillantes como la rueda, el hormigón, la máquina de vapor o Internet.

Pero no todos los inventos tienen fines exclusivamente beneficiosos para el mundo. Hay algunos que, de hecho, dejaron consecuencias trágicas y hasta macabras.

Y algunos de los genios detrás de estos terribles descubrimientos acabaron atormentados por su conciencia.

Contamos la historia de algunos de ellos que, muchas veces sin evaluar el poder destructivo de sus creaciones, acabaron dando lugar a algunas de las armas más letales de la historia.

Inventores que crearon las armas más letales de la historia

Ningún otro científico estuvo más estrechamente vinculado a la creación y el uso de bombas atómicas durante la Segunda Guerra Mundial que Robert Oppenheimer.

El físico teórico estadounidense fue el director del Proyecto Manhattan, que logró desarrollar la primera bomba atómica de la historia.

Oppenheimer, hombre complejo y carismático, se dedicó al estudio de los procesos energéticos en partículas subatómicas, incluidos electrones, positrones y rayos cósmicos.

Pero la guerra vivida en aquella época hizo que su vida profesional tomara un rumbo diferente.

Después de que Albert Einstein enviara una carta al entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Roosevelt, advirtiendo sobre el peligro que amenazaba a toda la humanidad si los nazis fueran los primeros en fabricar una bomba atómica, la idea de crear un arma nuclear se convirtió en una prioridad para los Estados Unidos.

Y quien lideró este proceso fue precisamente Oppenheimer. Pronto comenzó a estudiar el proceso de separación del uranio-235 del uranio natural y a determinar la masa crítica necesaria para fabricar una bomba.

A Oppenheimer se le encomendó, entre otras cosas, crear y gestionar un laboratorio para llevar a cabo esta tarea. Para ello, eligió en 1943 la meseta de Los Álamos, en Nuevo México.

Oppenheimer asumió una gran responsabilidad y fue llevado al límite

Estuvo involucrado en decisiones fundamentales sobre el diseño de la bomba atómica y participó personalmente en las decisiones sobre cómo se utilizaría la bomba.

Pidió que se usaran contra ciudades y formó parte del comité que decidió exactamente dónde se lanzarían las bombas.

Posteriormente, Oppenheimer expresaría en varias ocasiones su pesar por la muerte de miles de víctimas en Hiroshima y Nagasaki

Renunció a su cargo dos meses después de que estallaran las bombas. 

Entre 1947 y 1952, Oppenheimer fue asesor de la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos, cuando defendió el control internacional de la energía nuclear, para evitar la proliferación de armas nucleares y frenar la carrera armamentista entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

Por todo ello, Oppenheimer siempre será recordado y conocido como el padre de la bomba atómica.

Los descubrimientos de Galston no se han quedado solo en el mundo vegetal

Arthur Galston nunca imaginó que crearía algo que pudiera usarse como arma, como el Agente Naranja.

Su área de estudio se centró en las hormonas vegetales y los efectos de la luz en el desarrollo de las plantas.

Durante estos estudios, experimentó con un regulador del crecimiento de las plantas llamado ácido triyodobenzoico. Se ha descubierto que este compuesto estimula y promueve la floración de la soja.

También advirtió que si se aplica en exceso, el compuesto provocaría que la planta pierda sus hojas.

En el contexto de la Guerra de Vietnam, otros científicos utilizaron sus descubrimientos para crear el Agente Naranja, un poderoso herbicida que tenía como objetivo eliminar bosques y cultivos que pudieran ser utilizados por la guerrilla del Viet Cong.

Entre 1962 y 1970, las tropas estadounidenses liberaron alrededor de 75 millones de litros del herbicida para destruir cultivos y exponer las posiciones y rutas de movimiento de sus enemigos.

Como resultado, Galston quedó profundamente conmovido y advirtió a las autoridades y al mundo en varias ocasiones sobre el enorme daño ambiental causado por el Agente Naranja.

Luego afirmó que el herbicida también plantea riesgos para los humanos.

El componente más peligroso del Agente Naranja es la dioxina, que es un contaminante que puede permanecer en el ambiente durante décadas y, entre otras cosas, puede causar problemas muy serios de salud, como cáncer, malformaciones fetales y debilitar el sistema nervioso e inmunológico.

Kalashnikov fue el diseñador de una de las armas más conocidas del planeta: el rifle semiautomático AK-47

En 1947, el ingeniero militar ruso Mikhail Kalashnikov creó este rifle simple, resistente y confiable que se convirtió en el arma principal de los ejércitos soviético y ruso, así como de decenas de otros países.

El AK-47 también fue un símbolo de la revolución en todo el mundo y estuvo en acción en los campos de batalla de Angola, Vietnam, Argelia y Afganistán. También está vinculado a grupos rebeldes como las FARC en América Latina y el ELN  en Colombia.

La relativa simplicidad del diseño hizo que fuera barato de fabricar y sencillo de mantener en el campo de batalla. Se convirtió en el arma más utilizada del mundo. 

Se estima que el AK-47 provocó más muertes que la bomba atómica.

En una carta al líder de la iglesia ortodoxa rusa de la que formaba parte que fue encontrada por la prensa rusa un mes después de su muerte, dijo sentirse responsable de las millones de muertes causadas por su rifle revolucionario.

La dinamita creada por Alfred Nobel se utilizó como contenido explosivo de proyectiles de artillería y cargas de demolición militares

Nacido en una familia de ingenieros, Nobel trabajó con su padre en la fabricación de explosivos. Pero la tragedia golpeó su vida en 1864 cuando su hermano menor y otras cuatro personas murieron en una explosión de nitroglicerina.

Dos años más tarde, en 1866, Nobel desarrolló un método para el manejo seguro de explosivos líquidos inestables.

Para reducir su volatilidad, mezcló nitroglicerina con un material absorbente poroso, creando dinamita.

Este invento dio inmensa fama y riqueza a su inventor e inició una nueva era de construcción, pero también de destrucción. 

Esto se debe a que no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a utilizarse con fines militares.

En diciembre de 1896, dos jóvenes ingenieros suecos se llevaron la sorpresa de sus vidas cuando abrieron el testamento de Alfred Nobel, que les ordenaba utilizar la mayor parte de su fortuna con el fin de crear una entidad para celebrar el progreso de la humanidad.

Siguiendo las instrucciones de su maestro, Ragnar Sohlman y Rudolf Lilljequist crearon la Fundación Nobel, que establecía premios anuales por los méritos alcanzados en Física, Química, Medicina y Fisiología, Literatura y Paz Mundial; en 1969 se añadió Economía.

Este último deseo de Nobel no surgió por casualidad; hay una razón convincente detrás de esto. Se dice que, en sus últimos días, lo atormentaba la idea de muerte y destrucción que generaba la aplicación de sus inventos.

Por ello, decidió donar gran parte de su fortuna para crear la fundación

El caos y el arrepentimiento 

Los creadores de armas letales son arquitectos del poder destructivo, diseñadores de tecnologías que pueden cambiar el curso de la historia con un solo disparo. Con ingenio y habilidad, dan forma a instrumentos de guerra que desafían la imaginación y la moralidad humana. 

Sin embargo, muchos de estos genios de la ingeniería, en retrospectiva, se enfrentan a un peso abrumador: el conocimiento de que sus creaciones, destinadas originalmente para propósitos defensivos o limitados, han sido utilizadas para sembrar el caos y la desolación en el mundo.

Muchos de ellos nunca imaginaron las terribles consecuencias de sus creaciones, ni la manera en que serían empleadas en conflictos armados y guerras fratricidas alrededor del mundo.

Para algunos, el arrepentimiento llega tarde, cuando ya es imposible deshacer el daño causado por sus invenciones. 

Se dan cuenta de que sus contribuciones al arte de la guerra han desencadenado sufrimiento indecible, arrebatando vidas inocentes y dejando cicatrices imborrables en la historia de la humanidad. 

Es un peso moral que pesa como una losa sobre sus conciencias, un recordatorio constante de las consecuencias imprevistas de sus acciones.

Muchos de estos creadores buscan redimirse de alguna manera, tratando de utilizar su experiencia y conocimiento para promover la paz y prevenir futuros conflictos. 

Algunos se convierten en fervientes defensores del desarme nuclear y la no proliferación de armas de destrucción masiva, mientras que otros se dedican a investigar tecnologías que puedan hacer del mundo un lugar más seguro y pacífico.

Sin embargo, el legado de aquellos que forjaron las armas letales perdura, como una advertencia sombría sobre los peligros de la codicia, la ambición desmedida y la falta de consideración por las consecuencias de nuestras acciones. 

En un mundo donde el poder militar sigue siendo una moneda de cambio, es importante recordar la responsabilidad que recae sobre aquellos que tienen el poder de dar forma al destino de la humanidad.

Y la necesidad de reflexionar sobre el verdadero coste de la guerra antes de desencadenar sus horrores sobre el mundo.