Desde el principio de la humanidad, la orientación en el espacio siempre ha sido elemento presente en la vida de los hombres. Es para buscar refugio y alimentación o ya sea para mapear estrategias de combate en la guerra. Al principio, la brújula se queda literalmente desconcertada.
Si la brújula está en una nave espacial, por ejemplo, será afectada por el campo magnético generado por los hilos de la propia nave espacial. Después de todo, una brújula no es más que un detector de este tipo de campo.
Si el instrumento se queda libre en el espacio, lejos de cualquier estrella, no encontrará un campo magnético hacia donde apunte.
Es que, en el vacío cercano a la Tierra, el único elemento con alguna fuerza magnética es el viento solar - el chorro de partículas expulsado continuamente por el Sol.
Brújulas convencionales, sin embargo, no notaría su existencia, ya que produce un campo 5 mil veces más débil que el de nuestro planeta. Si se acerca a algún cuerpo con un campo magnético fuerte, como el propio Sol, apuntará hacia él.
Si ella está cerca de la estrella, pero junto a una de las llamadas manchas solares - regiones oscuras y pequeñas, pero con un campo magnético fortísimo, su aguja será atraída por ella.
En resumen: el equipo sólo sirve como guía si está en la Tierra o bien cerca de ella. En ese último caso, apunta siempre a Canadá, donde queda el Polo Norte magnético, a cientos de kilómetros del Polo Norte geográfico.
El polo geográfico está constituido por el movimiento de rotación efectuado por la Tierra. Es el punto en que el eje de rotación corta la superficie del planeta. Hay los polos Sur y Norte.
Los polos magnéticos se forman debido al movimiento del material fundido que hay en el interior de la Tierra, formando un campo magnético.
Son puntos del planeta donde el imán apunta hacia abajo, formando así un ángulo de 90º. Los polos geográficos son establecidos por el hombre, mientras que los polos magnéticos son fenómenos naturales.