El fuego griego, también conocido como fuego a prueba de agua, es una mezcla viscosa inflamable, que flota y quema incluso en contacto con agua, siendo muy difícil de borrar. El fuego griego contradice un pensamiento común, de que el agua es capaz de acabar con el fuego.
En realidad, para existir fuego se necesitan tres factores: combustible, oxígeno, y alta temperatura.
Lo que el agua hace, en realidad, es bajar la temperatura del fuego, que por consiguiente apaga. Sin embargo, no era lo que sucedía con el fuego griego.
La mezcla, que aún hoy es un misterio, tenía la capacidad de mantener la alta temperatura incluso en contacto con el agua.
La sustancia fue muy utilizada por los bizantinos contra enemigos, en general musulmanes, en los diversos intentos de toma que Constantinopla enfrentó a lo largo de la Edad Media.
A menudo almacenado en pequeños vasos de barro, el compuesto podía ser lanzado de murallas y barcos directamente sobre el enemigo.
Bastaba con que una flecha estuviera impregnada para que tanto la nave como el área de alrededor, incluso la superficie del agua, se viera envuelta en llamas.
Entre sus propiedades destaca su habilidad para flotar e incluso seguir ardiendo bajo el agua y que se quedaba pegado a su víctima, por lo que moría sin remedio.
Poco a poco se fue incluyendo en las catapultas y en los objetos utilizados para asediar fortalezas.
Pero en cambio, lo que más destaca es una especie de lanzallamas creado por medio de un bastón unido a un depósito que contenía el preciado líquido.
Al acercarse el enemigo se accionaba y al llevar antorchas o flechas en llamas se prendía el fuego.
Constantinopla se derrumbó sólo cuando los turcos utilizaron un arma aún más poderosa, que se mantiene en uso hasta hoy: la pólvora.
No hay registros sobre la exacta composición química de esta arma. Los bizantinos ocultaron o destruyeron la fórmula, para evitar que cayera en manos de enemigos.
Una probable hipótesis es que es un compuesto variante de nafta.
Que se ha hecho a partir de óxido de calcio, CaO, petróleo, magnesio, nafta, azufre y salitre, entre otras sustancias.
Son solo suposiciones, su verdadera fórmula ha muerto junto al Imperio Bizantino.