El tiro defensivo tiene como prioridad la preservación de la vida. Empezando por la del propio policía y de las personas que él juró defender así como de aquellas contra las cuales no hay necesidad de disparos.
En una ocurrencia policial el tiro, o sea el uso del arma es tenido como última alternativa después de agotados todos los medios de negociación y mediación de conflictos y ocurrencias policiales.
De esta forma el disparo dentro de la legalidad, observando los principios de la necesidad, oportunidad, proporcionalidad tiene como propósito.
Además de los que ya se han mencionado, intentar paralizar una acción violenta y desmesurada por parte de un agresor.
Contra la vida de alguien incluso la del propio y en el caso de que se produzca un accidente.
Nuestro cerebro trabaja muchas veces enviando pensamientos de forma paralela a otros. Nuestros comandos instintivos se accionan siempre que estamos a punto de un momento crucial.
Como en un ejemplo simple, nuestros párpados se cierran como un pequeño cisco corre hacia nuestros ojos.
Esta forma de funcionamiento automático puede ser aún más instruida y trabajada.
Cuando pasamos a tener una cierta necesidad de tomar acciones mayores que no son corrientes.
Para alcanzar el ápice de nuestros pensamientos más intuitivos y rápidos.
El tiro defensivo directo es aquel que, en un escenario de legítima defensa, propia o de tercero.
Es dado frontalmente en la región del blanco.
Para hacer cesar una agresión injusta, actual o inminente.
Puede, según veremos, tener otras modalidades clasificatorias.
Entre las cuales el tiro de contención, el tiro de intimidación, el tiro contra vehículo en movimiento, el tiro embarcado, el tiro mediato y el tiro de compromiso.
Es por eso que los policías usan porras, esposas, gases y granadas menos letales, armas de descarga eléctrica y armas de fuego.
Pues esos instrumentos, que complementan la fuerza física natural, acaban personificando los medios necesarios, cuyo sentido, por su alcance, no es ni puede ser taxativo.