Las botas de vino han servido para conservar el vino, transportarlo y beberlo. Las botas de vino se preparan de la misma forma que antaño los pellejos. Se utilizan pellejos de macho cabrío, y en ocasiones pieles de ternero para envases mayores.

botas de vino

Los modelos originales tienen forma de gota o lágrima, bien rectos o con la boca curvada.

Están realizados en piel de cabra cosida a mano y recubiertos interiormente de pez, siendo los brocales de asta de toro torneada.

Son envases que se han utilizado tanto para la elaboración como para la conservación y el transporte de vino.

Para beber de la bota de vino agarraremos la misma con la mano izquierda alrededor de la parte alta.

Con la mano derecha abriremos la tapa del brocal y seguidamente agarraremos la bota por la parte baja o culo.

Hay que llevar el brocal abierto por su parte superior hacia la boca a la vez que, con los brazos algo flexionados, se levanta e inclina la bota y se aprieta ligeramente su parte inferior.

Luego, y con la práctica, se pueden estirar los brazos para hacer el chorro de líquido más largo.

Para finalizar el trago realizamos los pasos a la inversa.

Volvemos a acercar la bota a la boca, relajamos la presión en el culo de la misma y giramos y bajamos la bota.

Las botas de vino han sido muy importantes en la historia española

Uno de los recipientes más usados por el pueblo.

La historia de la bota se pierde en los tiempos más remotos.

Encontramos testimonios escritos de su existencia ya en la antigua Grecia.

En la Biblia, en el inmortal Quijote de Cervantes y a lo largo de todo el Siglo de Oro de la literatura española las referencias se multiplican.

Ligera, flexible, resistente, respetuosa con el medio ambiente, de fácil trasiego, impermeable, práctica, higiénica, atractiva, de simple pero perfecto diseño.

La bota de vino es, a la vez, legado de nuestro pasado.

Un producto libre de los imperativos de la moda que encandila a quien sabe disfrutar de los placeres básicos de la vida.