Hay una percepción muy común, especialmente entre los no tiradores, de que arma de cañón largo es sinónimo de arma más precisa y de tiro con mayor potencia. Tanto que es común oír pronunciada la afirmación de que "no se golpea nada con arma de cañón corto" o que "arma de caño corto roba potencia del tiro", o cosas parecidas.

cañones  

Entonces, partimos de dos armas, arma larga y una arma corta, del mismo calibre, y una misma munición.

¿La longitud del cañón marca realmente tanta diferencia?

La potencia es función de dos magnitudes: la masa del proyectil y su velocidad. La buena y vieja fórmula de energía cinética nos dice que e = (m * v ^ 2) / 2.

Producto de la masa por la velocidad elevada al cuadrado, dividido por 2. Esto significa que la energía aumenta en una proporción cuadrada del aumento de la velocidad.

Por lo tanto, dadas las armas y la munición elegidas, esa arma en la que la munición desarrolla mayor velocidad será la que tendrá mayor potencia. Tan simple como eso.

La percepción de que, dada una misma munición, un cañón largo siempre va a generar más velocidad es falsa. Es lo que ocurre en buena parte de los casos, pero la premisa es falsa.

Para entender por qué, es necesario, primero, comprender cómo el proyectil es acelerado y expulsado del cañón. Se trata de lo que se llama "balística interna".

Al ser alcanzada por el percusor del arma, la espoleta inicia todo el proceso con una explosión. Esta explosión lanza partículas incandescentes y gas a alta temperatura contra la carga de pólvora.

La pólvora sin humo que hoy usamos es un propelente. Esto significa que es un sólido que, incendiado, se convierte rápidamente en gas. Es ese gas que va a impulsar el proyectil por el cañón y hacia el blanco.

El proyectil comienza a moverse, impulsado por la expansión de los gases de la quema de la pólvora. Esto significa que el volumen interno del sistema aumenta.

Como la cantidad de pólvora en el cartucho es finita, la cantidad de gases y su expansión también lo son. Ahí entra la longitud del cañón.

Si el cañón es lo suficientemente largo para que la pólvora sea completamente quemada y, en el mismo punto en que se agota el proyectil salir del cañón, tendremos una situación en la que se obtuvo la mayor velocidad físicamente posible de ser alcanzada por ese cartucho.

Sin embargo, si el cañón tiene longitud mucho más allá de ese punto, ocurrirá una desaceleración del proyectil, pues la energía que lo impulsa por el cañón habrá cesado y su fricción con el cañón se encargará del resto.

Aunque no sea visible, todos cañones vibran durante el tiro.

Esta vibración armónica hace que el cañón se comporte como una cuerda que es atrapada por una punta y agitada. En los caños cortos la amplitud de esta vibración es menor que en los caños largos.

Como esta vibración cambia la posición de la boca del tubo en relación al blanco, queda clara la ventaja de tener un cañón más rígido cuando el sujeto es precisión. En el tubo corto, al final, el proyectil deja el caño en posición más cercana a la alineación correcta con el blanco.

La velocidad y la potencia, dentro de ciertos límites, son, de hecho, mayores en cañones largos. Sin embargo, no guardan relación directa con precisión.

La precisión es un objetivo elusivo y un tema vastísimo.

La intención de esta resumidísima discusión es mostrar que la precisión requiere un delicado y complicado equilibrio de diversos factores, no todos interconectados entre sí, que la afectan de formas diferentes. De esos, la longitud del cañón es uno de los que menos influye en el resultado final.